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Deportes Uruguay-Argentina, Eliminatorias. Una final en el Centenario que pone a prueba la renovación de la selección argentina La selección visita a Uruguay en un partido de alto voltaje, por las necesidades de ambos rumbo al Mundial y por el poder de sus ataques; Sampaoli apuesta al recambio, con Icardi como centro de atención
Una final por año en los últimos tres calendarios. La Argentina no perdió ninguna, pero en 2014, 2015 y 2016 sucesivamente se hundió en la frustración. Este año también propone un partido trascendente, aunque no haya un título en juego. La tentación es hablar de una final anticipada y no se trata de una exageración.
Fue Jorge Sampaoli el que remarcó que se tratará "del partido de la histeria y un juego determinante". Al choque lo preceden todos los condimentos como para ser encuadrado así. Ni la mirada más escéptica podría hablar de un duelo cualquiera. Sampaoli y sus sueños de grandeza están frente a uno de los exámenes que vino a buscar cuando abandonó el confort de Sevilla para tomar a una selección en emergencia.
Detrás del eventual triunfo la recompensa será jugosa porque la clasificación para Rusia quedará al alcance de la mano. El escenario realza la magnitud del clásico del Río de la Plata, que comenzará a las 20. Montevideo respira fútbol y a un estadio Centenario que estará repleto lo sostienen columnas de mística. Una derrota no sería condenatoria desde la calculadora, pero bañaría de dudas y agotaría el margen de error. La selección tendría que sumar casi todos los puntos hasta el final.
Si éste es uno de esos choques que se palpitan desde mucho antes, Sampaoli lo juega desde hace un par de meses. Las eliminatorias retoman su pulso con la recta final, los últimos cuatro partidos, una etapa que no perdonará distracciones. Del segundo al sexto están muy apretados y cada vez hay menos lugar. Por eso la Argentina vino a ganar. Intentará gobernar la posesión, asociarse en el juego y cargar con pólvora cada avance del renovado ataque, con Paulo Dybala como compinche de Lionel Messi y la gran apuesta del ciclo, Mauro Icardi, como faro de referencia.
Con la asistencia profunda por las bandas, Ángel Di María en la izquierda y un acertijo en la derecha: Lautaro Acosta o Marcos Acuña. Probó con todos Sampaoli, una paleta de matices. En cualquier caso será una formación ambiciosa, en que la creatividad tiene más cabida que la táctica metalúrgica. Claro que la audacia no es una concesión gratuita: el técnico exigirá sacrificio e intensidad hasta el desmayo. Sí, es una final.
¿Quién es el favorito? Ninguno. Los dos llegan apremiados por sus urgencias. Uruguay se desliza por un tobogán, tanto que encadena cinco derrotas consecutivas, entre eliminatorias -Perú, Brasil y Chile- y amistosos, al punto de que tiene que retroceder hasta noviembre del año pasado para encontrar la última victoria.
Tabárez debe detener el retroceso en la tabla de posiciones, que supo dominar hasta la novena fecha. Apostará a las alturas, a saltar líneas, y forzarán el cañoneo aéreo para Edinson Cavani y ¿Luis Suárez? Sí, jugará.
Advirtieron que su lesión demandaría entre cuatro y cinco semanas de recuperación, pero esta noche martillará con su voracidad en el Centenario. Dieron resultado las plegarias uruguayas. Sampaoli había advertido que su presencia iba a impactar en la formación argentina y Javier Mascherano lo pagaría yendo al banco. Al DT de Casilda lo persigue el cruce por la 4ª fecha de estas eliminatorias, cuando él todavía dirigía a Chile y, pese a gobernar el juego en el Centenario, Uruguay lo goleó por 3-0 con tres tantos que nacieron de pelotas detenidas. El destino le ofrece otra oportunidad y esta vez no quiere concederle centímetros al equipo del Maestro Tabárez. Cavani y Suárez sólo necesitan pestañear para desatar un tsunami.
Ensanchar la cancha, retroceder ante las pérdidas para achicar espacios, entender dónde comenzar la presión y mantener corto el equipo para hacer rápidas las transiciones serán los apuntes colectivos de la Argentina. Después, habrá exámenes individuales. El buen pase de Guido Pizarro, la dinámica del volante derecho y el olfato de Icardi. Y Dybala. La Joya de Juventus que busca su primer gol en la selección y el gran desempeño que lo diplome de socio de Messi. Porque Sampaoli sueña con volver aun más indescifrable al capitán, pero necesita de los auxilios complementarios.
La Argentina arrastra una esquelética cosecha de 42% de los puntos cada vez que salió del país en estas eliminatorias. No gana en el exterior desde marzo de 2016, cuando superó a Chile en Santiago. El técnico era Martino; vaya si pasó el tiempo... Serán dos ideas diferentes. Especular no le sirve a ninguno; cuesta imaginar un partido sin goles con tanta pólvora en ambos ataques. Quizás una genialidad resuelva el pleito y ahí la Argentina saca ventajas. Pero en el clásico rioplatense se filtran la tradición, el orgullo deportivo de que ninguno se cree menos que el otro. Y los charrúas nunca resignan su capital principal, su sello de origen: la bravura de ser Uruguay y hacérselo sentir a cualquiera que se ponga en el camino.
Dos locomotoras de frente partiendo de cada orilla del Rio de la Plata. La Argentina se siente en buena forma, con la contagiosa renovación que trajo otro ciclo y el alivio que implica contar con Messi porque la suspensión de la FIFA se esfumó. Pero son éstos los duelos que legitiman las pretensiones, por eso nadie hizo lugar a lamentos tras el fallo del TAS que dejó a la selección en zona de repechaje. Sola se metió en problemas y sola deberá salir. No podía tocarle mejor desafío para la refundación.
Fuente: La Nación
Jueves, 31 de agosto de 2017
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