The New York Time Crece la rivalidad futbolística entre Estados Unidos y México Nueva Jersey — México es la vara de medir. El equipo de fútbol varonil de Estados Unidos puede intentar estrategias nuevas contra Ecuador y Chile y aprender lecciones contra Panamá y Jamaica. Sin embargo, la verdadera prueba sobre cómo está el equipo, y hacia dónde quiere ir, siempre serán los juegos contra México. Antes del encuentro del viernes 6 de septiembre, en el Estadio MetLife, el último encuentro entre ambos equipos había sido en julio, cuando México derrotó a los estadounidenses en la final de la Copa Oro, el campeonato bianual de la región. En aquel momento, el resultado (una derrota de 1 a 0 para Estados Unidos en un partido que fue visto como una posibilidad para que la joven selección estadounidense se mostrara) fue desolador para los participantes. Pero además le dio un halo de venganza —al menos para el equipo estadounidense— al reencuentro del viernes pasado, la oportunidad más reciente para lograr una revancha en una rivalidad que nunca deja de estar presente en la mente de los jugadores.
"Estamos trabajando para cambiar la manera en que los estadounidenses ven el fútbol", dijo el defensa Reggie Cannon a los reporteros. "Y cada paso que damos, cada partido, es una oportunidad para lograr eso".
Lo sucedido la noche del viernes no cambiará mucho la opinión sobre el estado actual de ninguno de los dos equipos. Estados Unidos tuvo problemas tanto con la posesión del balón como con la iniciativa y fue derrotado con calma y por completo, con un rotundo 3 a 0. Javier "Chicharito" Hernández, Érick Gutiérrez y Uriel Antuna anotaron los goles para México. Hernández (minuto 21) y Antuna (minuto 82) aprovecharon errores de la defensa estadounidense y Gutiérrez remató un contrataque implacable a los 78 minutos del encuentro. La victoria fue el resultado más disparejo desde la final de la Copa Oro de 2009 —una victoria de México, 5 a 0— lo que hace que El Tri, como se conoce al equipo mexicano, tenga un registro de cuatro victorias y un empate en los seis partidos que ambas selecciones han disputado desde 2015.
Los estadounidenses ni siquiera pudieron concretar la última oportunidad ofensiva en el minuto 88, un penalti del suplente Josh Sargent. Su tiro bajo hacia el poste izquierdo fue desviado fácilmente por el guardameta Jonathan Orozco.
Hubo aspectos positivos, pero solo si se les mira desde la perspectiva correcta. En los diez meses desde que Gregg Berhalter asumió el cargo de entrenador del equipo estadounidense, ha hablado abiertamente sobre sus planes de remodelar la selección nacional —principalmente, para que sus integrantes sean más jóvenes— antes del inicio de la clasificación para la Copa del Mundo de 2022 que comenzará el año próximo. El nuevo entrenador ha experimentado con tácticas, posiciones, jugadores y ha ganado más juegos de los que ha perdido (8-4-1). No obstante, como exjugador de la selección estadounidense, sabe que enfrentar a México es distinto.
"La esperanza es que, al jugar contra un buen competidor, también aumentes tu nivel", dijo el jueves pasado. "Y así hacer cosas que, a largo plazo, te conviertan en un mejor equipo".
Al menos dos jugadores del equipo mexicano le dijeron a ESPN que reconocían —e incluso respetaban— lo que Estados Unidos intentaba lograr a nivel táctico, incluso si México no tuvo ningún problema en detener dicha estrategia el viernes.
"Nos presionaron mucho, tienen una buena generación de jugadores con un buen entrenador y están intentando cambiar el modo en que se entiende el fútbol en Estados Unidos", dijo el defensa central Héctor Moreno.
"Honestamente, no fue una victoria sencilla" agregó Jonathan Orozco y agregó que, al intentar salir jugando con el balón desde atrás, los estadounidenses demostraron que quieren cambiar su juego histórico, "y eso toma tiempo en aprender y por eso cometieron errores que nosotros aprovechamos".
Aunque Berhalter y su equipo querían demostrar desesperadamente que podían hacer mucho más que solo desafiar a México, el entrenador no perdió de vista el futuro de su selección.
La edad promedio de los jugadores del equipo estadounidense es apenas superior a los 25 años, y el núcleo de elementos más jóvenes ya se está fogueando. Pilares como Michael Bradley y Jozy Altidore se quedaron con sus clubes para este encuentro —ya no se contempló a otros veteranos— y en su lugar, Berhalter invitó a jugadores prometedores como Sargent (19 años) y al defensa Sergino Dest (18 años) para complementar una alineación armada en torno a futbolistas ya establecidos como Christian Pulisic y Weston McKennie. (Otros jugadores importantes, como Tyler Adams, Matt Miazga, Tim Weah, no estuvieron disponibles la semana pasada debido a lesiones).
Parte de este cambio en la alineación es una evolución natural de las Copas del Mundo y, sin duda, es un proceso porque los estadounidenses se mostraron nerviosos toda la noche cuando estuvieron en posesión del balón y trataban de jugar desde su propia portería. Sin embargo, la ausencia continua de los jugadores que conformaron la base del equipo y que, de manera sorprendente, no lograron clasificar para el torneo de Rusia en 2018 estuvo lejos de ser un accidente.
Esa herida sigue abierta para muchos fanáticos, lo cual ha afectado la relación entre el equipo y sus seguidores, un distanciamiento que se evidencia en la modesta asistencia de 47.960 espectadores que acudió al encuentro del viernes (los precios de los boletos, a partir de 82 dólares y que se vendieron más caros el mismo día del encuentro, no ayudaron a mejorar la relación entre los seguidores y la federación estadounidense, aunque no disuadieron a la mayoría de los fanáticos de México que acudieron al estadio).
Una victoria estadounidense pudo haber mejorado esa dinámica entre los aficionados y la federación. Sin embargo, la tibia actuación del viernes, a pesar de la presencia de los jugadores que podrían ser la base del equipo, no ayudará a mejorar esa relación.
Sin embargo, eso no evitará que los jugadores recuerden su desempeño la próxima vez que se enfrenten a México, cuando tengan la oportunidad de reajustar la jerarquía y reescribir la historia. Por su parte, Berhalter encontró cosas que le gustaron, aunque muchos otros no las hayan visto.
"Van a pensar que estoy loco", dijo, "pero estoy más feliz con este partido que con la final de la Copa Oro. En la final sentí que nuestra única solución eran los balones largos cuando teníamos la posesión del balón. Al menos esta noche tratamos de jugar como lo habíamos planeado".
Copyright: c. 2019 The New York Times Company.
Por Andrew Das.
Fuente: Infobae.
Lunes, 9 de septiembre de 2019
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