Espectáculos "Siempre quise ser popular"
El nuevo conductor de Infama explica cuál fue el recorrido de su carrera. Afirma que sueña con que todo el mundo lo reconozca y se identifique con él.
Su ímpetu lo abarca entero. No sólo habla rápido, la verborragia es una parte de su entusiasmo interior que alberga un ardor aparentemente insaciable. Rodrigo Lussich avanza raudamente hacia donde su deseo lo impulsa. Aunque hubo crisis y algunas dudas en el camino, desde que era niño soñó con ser conductor de televisión y ahora, a sus 42 años, alcanzó esa meta con Infama (Lunes a viernes a las 16:30 hs, por América TV).
"Me metí en el medio a tenacidad, a mí no me tomaron", sentencia en diálogo con Tiempo Argentino reconociendo que su insistencia lo depositó en el lugar adonde hoy está. Nació en Montevideo, vivió en Brasil y siempre eligió Buenos Aires para instalarse y desarrollar su vocación. "Mi abuelo me regaló un grabador de periodista y para mí fue como que me regalaran el mundo entero." Empezó a escribir en un diario de Pilar cuando tenía 19 años. "Mi vieja me había anotado en una escuela técnica, la ENET 1. ¡Imaginate! No podía soldar dos fierros ni hacer un banquito de madera, eso no era lo mío realmente. Pero el hecho de ser el distinto tiene sus bemoles. En una peña a beneficio del colegio ¿quién iba a poder conducir en el escenario más que yo? Mi carrera empezó en ese lugar."
De la peña pasó una radio de circuito cerrado, y de la radio al canal local. "Logré que me dieran una columna de encuesta de adolescentes a la salida del colegio y al poco tiempo ya estaba conduciendo el noticiero con otro periodista que parecía mi bisabuelo. Yo parecía de doce y el de cien. Hice mucha cosa en el cable en los 90."
–¿Tu pase a primera división fue Radio 10? –Sí. En realidad antes de Radio 10, trabajé dos años en Fiestas populares en ATC (ahora TV Pública) porque el canal de Pilar devino en productora de contenidos y ellos me contrataron. Hice dos años ese programa, que todavía existe (ahora se emite por Canal 9) y fue mi primera oportunidad de conducción en televisión abierta. Incluso, estuvimos nominados al Martin Fierro.
–Entonces, ¿cómo saltaste de Fiestas Populares a movilero de primera mañana en radio AM? –Vine con una compañera del periódico de Pilar a hacerle un reportaje a Hadad porque él vivía allí y cuando terminamos la nota, él estaba lanzando la radio y nos preguntó si queríamos formar parte de su equipo en esa nueva radio y mi amiga dijo no, pero yo dije sí.
–¿Y al día siguiente ya estabas en la radio? –Dejé Fiestas Populares y entré a trabajar de productor de Hadad a un equipo con Facundo Pastor y Ronen Szwarc que me tenían de "che pibe"; era productor raso, me mandaban a cortar mensajes de oyentes, entonces al mes renuncié. Lo fui a ver a Hadad, me acuerdo que se había cortado el pelo como Koyak y le dije: "esto no es para mí yo soy al aire”", y él me preguntó si quería hacer el móvil y le dije que sí. Y en realidad, creo que me lo ofreció como un intento de darle una oportunidad más este pibe, para que no me vaya tan humillado… Porque yo me sentía humillado, en la radio era el último orejón del tarro, no lo soporté. ¡Yo venía de conducir un programa en canal 7 con nominación a Martín Fierro! Pero claro, no lo sabía nadie, pero yo sí lo sabía. Y así entré al móvil y no me fui más. Trabajé cinco años y tuve un anclaje fuerte con Chiche Gelblung. Pero llegó un momento donde sentí que no me daba más el cuerpo, ¿viste cómo las putas que un día dicen no me banco más la calle? Algo así sentí y me fui.
–¿Y cómo llegó la tele? –En el interín de Radio 10 vine a América. Hice algunas participaciones en un programa que se llamó El martillo, con Any Ventura y Osvaldo Quiroga, que tenía panelistas rotativos. Me veo, y en ese momento tenía veintitantos pero parecía de catorce, seguía con graves problemas de imagen. Cuando renuncié a la radio, quería apostar a mi carrera de actor. La verdad que perdí terriblemente porque una vez que te identifican con algo no hay manera de cambiar, había que andar por los castings para lograr hacer una publicidad y desde chico yo estaba acostumbrado a tener un sueldo todos los meses.
–¿Terminaste siendo conductor de televisión por rentabilidad? –En ese momento la rentabilidad me exigió. No podía depender de un bolo o de esperar a que salga una publicidad.
–¿Tu vocación era ser actor? –No, siempre fue el periodismo. Pero tenía como el mandato paterno. Mis viejos se conocieron estudiando teatro. Mi viejo es muy buen actor y yo no. Tenía la necesidad de ver qué pasaba por ahí. Cuando logré meter mi histrionismo en el rol de conductor se me pasó. Hoy siento que puedo actuar haciendo lo que hago.
En el 2003 ingresó a América TV para ser movilero de Cómplice y Testigo, un ciclo que condujo Carmen Barbieri que "a la semana el programa viró al espectáculo y me sentaron en la mesa". Y desde entonces su recorrido quedó atado a los chimentos. Le siguieron una breve temporada en Vamos que venimos, también por Améríca, luego su vuelta a Canal 7 a co-conducir un magazine junto Maria Belén Aramburu, y de allí a Canal 9 en Contalo, contalo.
"Cuando me estaban por echar, me fui yo. Renuncié un viernes y el lunes el programa se levantó. Habían armado un equipo nuevo y no me tenían en cuenta, y la verdad que estaba bien porque no aportaba demasiado, no había encontrado mi lugar. Eso fue en 2005, año que dediqué al teatro. Hice una comedia musical, La Fiaca, con sueldo en el teatro y trabajando con Elena Roger y Reinhold. Estaba fascinado, fue un parque de diversiones para mí, la obra lamentablemente tuvo más ensayos que funciones. Duró tres meses, era una comedia divina. Pero no funcionó.
–¿Te sentiste bien en todos los roles? ¿Era lo mismo cubrir una noticia en judiciales, el Senado, actuar en un musical, o cubrir un hecho policial que comentar un rumor en una mesa? –Hubo programas donde sentí que no tenía nada para aportar o que no logré encajar en los equipos. Uno a veces encaja y otras veces no.
–Uno en el que no encajaste fue Contalo, Contalo. ¿Y otro? –Animales Sueltos y Este es el Show, donde trabajé más de un año. En otros sí estuve como pez en el agua, como en Dale la Tarde, AM, la época junto a Viviana Canosa. No da lo mismo. Hay que saber irse de los lugares, hay que saber correrse. Hay que tener la convicción de lo que uno quiere hacer. A mí el periodismo de espectáculos me dio la posibilidad de ser un conductor de la tele, que es lo que soy hoy. Ojalá me quede mucho tiempo. Igual el camino está bien hecho. Si bien el resultado recién empieza porque recién empieza otra etapa.
–¿Cómo definís tu lugar en el medio? –Hoy soy un conductor de la tele. Guste o deje de gustar, nadie puede dudar de que yo estoy conduciendo un programa. Tengo la convicción de lo que estoy haciendo. No estoy haciéndolo a medias, pidiendo permiso, apichonado o que no me da el pinet. Después podés comprar o no mi estilo.
–¿Cuál es el sustento real de tu deseo de ser conductor de televisión? ¿El sustento fue la fama, la diversión, la búsqueda de un nivel…? –(Interrumpe)¿Económico? No. Por un lado viene conmigo. Yo tenía seis años y sentaba a mi familia a que me viera, mi abuelo tocaba el piano y yo imitaba a Andrés Percivale y a Tita Merello. Percivale era todo en Montevideo. Siempre quise ser popular, no famoso.
–¿Y porqué querés eso? –Me tira, me gusta. Siempre quise eso. Ser popular, que no es lo mismo que ser famoso, ni prestigioso. Creo que la fama y el prestigio vienen por añadidura. Yo quiero ser popular, llegar a las masas, a mucha gente.
–¿Para qué? ¿Para conseguir una candidatura? –No, porque la popularidad la voy a conseguir con mi laburo de conductor.
–¿No tenés popularidad ya? –¡Quiero más!
–¿Qué es más?
–Veinte puntos, treinta puntos.
–¿La popularidad la mide el rating? –El rating mide cuánta gente te ve.
–¿Querés ser el Tinelli de acá a quince años? –No, Tinelli es un distinto. Quiero el Rodrigo de dentro de quince años.
–¿Para qué? ¡Después no podés salir a la calle! –Sí, podes salir a la calle; Tinelli no sale a la calle porque no quiere. Es una cuestión de actitud. Quiero ser muy, muy popular. ¡El más popular de todos!.
–¿Cuál es el parámetro que mide la popularidad? –Sí. No lo pienso en medición. La inserción en la gente, la identificación del público.
–Que hable el taxista, el carnicero. ¿Vos querés tener influencia? –Es un montón de cosas. Es el rating, el carnicero, es la calle, la muletilla que la gente repita.
–¿Cuál fue la máxima expresión de popularidad que recibiste? –Todavía no pasó nada. Hay mucha gente que me conoce y mucha que no.
–Vos querés que te conozca todo el mundo. –¡Si! Tooodo el mundo. Quiero saber qué pasa cuando eso sucede.
–¿Y si te desencanta? –Dudo que me pase eso. Dudo que me desencante. Si sucediera así, lo desarmaré. Pero de todas maneras no es una cuestión de…
–¿Ego? –No de ego, no. Al ego lo tengo asumido. Lo que quiero decir que no es una cuestión de posicionamiento. No tengo que demostrarle nada a nadie. No es para que los otros digan, es para que yo diga. Es como dice Kevin Johansen: “soñar no cuesta nada y no nos queda más que tiempo”. En diez años hablamos y vemos cómo anda mi popularidad. «
La familia hippie –En la época hippie de tus padres, ¿en cuántos países y casas viviste? –Viví en tres países en un período de diez años. Argentina, Brasil y Uruguay. ¿Cuántas casas? No llevo la cuenta, muy difícil saberlo, en Brasil pasamos por San Pablo, Río, Bahía, Porto Alegre. Mucha casa en balnearios, mucha. –¿Qué edad tenías? –Entre cuatro y once. –¿Tenés hermanos? –Siete. –¿Y se trasladaba toda la familia? –Éramos menos. Éramos dos y en ese periplo nacieron dos más, uno de mi mamá y uno de mi papá y una vez que se instalaron mi mamá en Pilar y mi papá en Brasil, ella tuvo una más y mi papá tuvo tres. Imaginate que antes de establecerse, una vez mis viejos tomaron una casa en Pocitos, cada uno con sus respectivas parejas. Vivía mi mamá abajo con su pareja y mi papá arriba con la suya. Y eran todos amigos, hippies todo paz y amor, no se encamaban unos y otros, no eran swingers, eran simplemente amores líricos. Y de allí tuvimos que salir de raje porque no pagaban alquiler. –Esa infancia, ¿tiene algún paralelismo con la versatilidad de adecuarte a nivel laboral? –Sí, claro. Primero por la cosa de busca que tengo. De busca sitios, esta cosa de poder reciclarme, reinventarme y la sensación de que el volver a empezar no es una carga para mí. En general para la gente, volver empezar cuando de adulto uno tiene su nicho, su familia, la manera de bancarla, cuando se está instalado en lugares que aunque no te sean súper cómodos es el lugar que te permite sobrevivir y a mí eso no me juega esa presión. Al contrario, si siento que estoy sobreviviendo me voy porque pretendo vivir. –¿Qué sería sobrevivir? –Laburar únicamente por un sueldo para mí es sobrevivir. Entiendo que la supervivencia es necesaria, el mundo es una selva y sobrevivir no es algo menor, y si tenés hijos a cargo la cosa debe ser distinta, pero no tengo hijos, ni me compré mi casa aún. y la verdad, no creo que la compre.
El modelo lussich de infama: menos solemnidad y más show –Infama tiene una identidad muy asociada a Santiago Del Moro, ¿cuál es el modelo Lussich? –La identidad de los programas son sus conductores. Para que funcionen tienen que ser así. La identidad al programa se la da el conductor. El modelo Lussich es este modelo más ligado al show de entretenimientos con base en el espectáculo. Quiero sacarle solemnidad, el peso del rigor periodístico, de reírnos y ponernos serios cuando la noticia lo amerita. Colorearlo. Si pinta bailar, se baila. Si pinta ponerse un disfraz, nos ponemos un disfraz. Si pinta un debate sesudo, lo tenemos. Quiero trabajar para poder matizarlo más, jugar a entretener con todas las armas nobles posibles. No tener miedo a proponer. La tele en vivo es prueba y error. Un diario, una tira, te permite jugar todo el tiempo. –¿El show todo lo vale? –Es televisión, es un show. No me voy a meter con la salud de alguien. No me interesa, no suma al show, ni al juego, después todo lo que sea para entretener usando armas nobles lo hago. Sin traicionar a nadie hago el juego que vale. Es tele. –¿Vivís el delante de cámara como si fuera un escenario? –No lo pienso en función teatral. Es tele en vivo, es el aquí y ahora, es un show. –¿Pero lo planteás como una ficción? –Para mí hay una convención casi teatral en el chimento. El que está mirando sabe que eso está pasando en función de un show y un programa de televisión. Más allá que esté preguionado o no, la gente juega la convención que eso está pasando. Y todo termina cuando termina el programa. Es como una obra de teatro, sabes que a esos señores no les está pasando eso. –Pero el que es protagonista del chimento no siente que es ficción. –Es que yo lo pienso en función mía y del público que me ve. Trabajo para el público y para mí. –¿No para el invitado? –No, no trabajo para el invitado. La verdad que no. –En la convención de la televisión no suele ser así. –Eso no significa que quiera cagar a nadie. Voy a hacer todo lo posible para que el invitado se vaya bien y no mal. No me da lo mismo. Creo que todo es parte del show que estamos haciendo, y el invitado también lo sabe.
El ex trabajo Fiel a su perfil de periodista de farándula, en el último trabajo de AM, el conductor tenía su clásica sección "Bombas", donde "contaba los secretos más íntimos del mundo del espectáculo.
Fuente: Infonews.
Martes, 20 de enero de 2015
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