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Música "Los contrastes son necesarios" El bajista y compositor editó un nuevo disco en el se animó a poner su voz. Un paso más en uno de los artistas más activos del jazz.
La primera postal es algo caótica. El patio interno ofrece un recargado collage de arena, cal, cemento, ladrillos, una escalera, dos albañiles y percusiones de todo tipo. Pero no hay tiempo para mirar demasiado. El comité de bienvenida hace su aparición a máxima velocidad. Manso, un pitbull de siete años y alma de cachorro, y Pancha, una esbelta perrita de pocos meses rescatada de la calle, corren, saltan y ensayan generosos abrazos. El clima es de fiesta y los recuerdos serán –casi– imborrables: sellos de cal en forma de almohadillas para la ropa de los más incautos.
Mariano Otero esta refaccionando una nueva etapa de su vida. Nueva casa, nuevo estudio de grabación y nuevo disco recién salido a la calle: Umbral de mí. "Este barrio con la enorme plaza enfrente es lo más parecido a Avellaneda que vi en Capital Federal. No puedo estar más contento", explica entusiasmado a Tiempo Argentino sobre su PH ubicado en la zona de la triple frontera entre Caballito, Flores y Paternal. Mientras tanto, los albañiles siguen trabajando en una parrilla XL que promete ser el centro de ceremonias de múltiples encuentros.
Umbral de mí no es un disco más en la carrera de Mariano Otero. En rigor, el fervor y la inquietud creativa del compositor, contrabajista, bajista y ocasional guitarrista nunca le permitieron movidas burocráticas o de ocasión. Desde 2003 se lanzó en una febril aventura que lo transformó en uno de los protagonistas más vitales de lo que se llamó nuevo jazz argentino. A través (2003), D.forma (2004), Tres (2006), Cuatro (2007), Vivo en Medio y Medio (2008), Desarreglos (2009) y Rojo (2011) encarnan la convicción de Otero para explorar concepciones estéticas diversas y muchas veces desafiantes. También su gran capacidad de trabajo.
Pero su nuevo CD juega en otra dimensión. Por primera vez para Otero 14 canciones con sus letras y voz. El único antecedente en este rubro son las dos composiciones cantadas de Rojo –una por el propio Otero y otra por Spinetta y Liliana Herrero–. Pero tenían el espíritu de rarezas o bonus tracks. Esta vez es a todo o nada. Umbral de mí funciona como un disco confesional e íntimo. No puede entenderse de otra manera que en primera persona. Ese clima tiene que ver tanto con las letras, que pivotean alrededor del amor y sus circunstancias –el que se fue, el de los hijos, el de la música, el que llegó–. Pero también con las instrumentaciones: casi siempre melancólicas y entregadas al formato canción, pero siempre tratando de eludir los caminos más trillados.
A partir de 2011 Otero debió afrontar –entre otras cosas– el dolor privado de su separación de la actriz Florencia Peña y sus múltiples esquirlas y resonancias mediáticas. Pronto se sumaron las incertidumbres y hallazgos de los nuevos caminos de la vida. A todo eso le respondió con sus mejores argumentos: un disco valiente y descarnado como Umbral de mí.
–Tenés mucha información musical y la utilizaste en diferentes formatos. ¿Te costó llegar a la canción? –Siento que se dio muy naturalmente. En Rojo ya había dos temas cantados, pero para la época de la presentación ya hacíamos cuatro. Me empezó a dar vueltas en la cabeza la necesidad de poder expresarme cada vez más con las palabras y eso te termina llevando hacia la canción. Fueron siete discos muy intensos. De mucha escritura, mucha cabeza, formaciones grandes. Y de pronto necesité sacar un montón de cosas. Simplificar. Los contrastes son necesarios. Como en la vida.
–¿Te cansaste del jazz? –No. No siento que me haya cansado o corrido. Aunque ahora que lo pienso tampoco sé si hacía exactamente jazz: me gusta más decirle música instrumental. Mi cabeza no funciona en términos de género. Me educaron con mucha libertad y desde chico asumí esa forma de hacer y sentir. Quiero construir en la dirección que tenga ganas en cada momento y lucho para eso. Es mi único norte.
–¿Pesó alguna vez el qué dirán en tu música? –Todos somos seres humanos y hay que saber manejar determinadas situaciones. A veces no es fácil. No hay que dejar que el entorno que te rodea determine lo que vas a hacer. Hace poco un músico me dijo que no tenía que hacer canciones porque para eso ya había mucha gente. Yo no mido las cosas de esa manera. De la única forma que entiendo la música es entregándome a lo que quiero hacer. Me parece lo más sano y genuino.
NUEVO INTERLOCUTOR El diálogo gana profundidad, pero se interrumpe con una visita no tan inesperada. Manso entra al living con paso firme y deposita su generosa masa muscular en el sillón. Justo entre el entrevistado y el entrevistador. Recolecta una generosa cantidad de mimos y articula un idioma propio que incluye ladridos susurrados, gestos varios y algún subrayado sónico. Lo logró: ya es el centro de la escena. Afuera espera Pancha, más respetuosa de los protocolos y al mismo tiempo más impetuosa a la hora de jugar. En algún lugar de la casa, seguramente hecho un ovillo, el gato siamés Bombi disfruta de la vida sin alarmarse por nada. Manso es exiliado luego de que mostrara gran parte de sus gracias y el diálogo vuelve.
–Como te decía… Este momento era el de las canciones y le di para adelante. Aunque no me resultó sencillo. Aprendí a querer este disco después de un tiempo.
–¿Tuviste que aprender a quererlo? –Sí. No fue algo inmediato. Me llevó su tiempo. Es muy diferente. Uno está mucho más expuesto. La voz, las palabras… En un momento casi tiro todo a la mierda y abandono el disco en la nada. Supongo que fue algo similar a lo que le pasa a muchos escritores. ¿Cuántas novelas se habrán abandonado sin terminar? Pero me sobrepuse y lo terminé. En los momentos en los que aflojé fueron muy importantes mis músicos amigos. Hernán (Jacinto, tecladista) me decía que si no lo terminaba me mataba. Ese y otros fueron apoyos decisivos que me hicieron mucho bien.
–Como contrabajista, bajista y compositor tenés muchísimo ruedo. ¿Se hace difícil el contraste al empezar como cantante? –No es sencillo. Evidentemente no soy un cantante de carrera. Pero hay que hacerse fuerte. Si entrás en la dinámica de lo que puede llegar a pensar alguna gente te paralizás y dejás de hacer lo que tenés que hacer. Estudié canto, ensayé mucho, pero también tuve que hacer un laburo de fortalecimiento interno. Para cantar tenés que tener convicción. No es sólo algo técnico. Es importante lo que decís y cómo. Presté atención a todo eso y no me dejé inhibir. Uno construye con lo que tiene y trabaja para crecer. Quedarse encerrado es lo peor. También trato de entregarme a un buen salvajismo. Mandarse de esa manera a futuro te va a cobrar algunos achaques. Pero es la única manera en que lo entiendo.
–Las letras son muy íntimas. El disco parece un recorrido por los últimos años de tu vida. –Tienen mucho de mí. El que tiene ganas de escucharlas y leerlas va a notar que pasaron muchas cosas. Climas muy diferentes. Creo que se explican por sí solas. El tema que le da nombre al disco es casi una declaración total. El disco casi cuenta una historia. Pero al mismo tiempo permite el juego de diversas interpretaciones.
–Sufriste mucha exposición no deseada de tu vida privada. ¿Pudiste reelaborarlo o sacar algún tipo de conclusión? –Aquí estoy. Acá estamos… Pensé tanto… Al fin y al cabo lo que sucedió ya está… En la vida pasan muchas cosas. Gente viene, gente se va, surgen nuevas ideas, discos, fanatismos, mudanzas. Lo importante es seguir haciendo. Hay que abrazar lo bueno y tratar de olvidar lo malo, aunque no sea fácil. Por todo eso Umbral de mí es un muy lindo cierre de muchas de las cosas que viví. Ahora tengo 39 años. Cuando di notas por Rojo tenía 33 o 34. Pasaron muchas cosas y me siento más maduro. Tengo la fortuna de poder crear música. Para mí, mis hijos, para mis amigos y para todo aquel que quiera escuchar. ¿Me voy a perder de disfrutar eso? Ni loco.
Un disco de formatos y tonos atractivos “Voy a soñarme, voy a buscarme, voy a olvidarme // Hasta quedarme en paz”, canta Otero a modo de confesión y apertura de disco en “Sentencia”. Umbral de mí es un trabajo introspectivo. Capaz de traslucir desencantos y dolores, pero al mismo tiempo cierta búsqueda y esperanza. Son 14 canciones que articulan diversos matices, aunque nunca pierden coherencia. No es el disco obvio de un bajista. Tampoco el recorrido cantado de un compositor de jazz. Se trata de Mariano Otero haciendo canciones despojadas –aunque con algunas orquestaciones esmeradas y de profunda belleza– que hablan de un mundo interior intenso e inquieto. El músico encontró formatos y tonos atractivos que incluyen el elegante groove de “Senderos”, el pulso rocker de “Umbral de mí” o los cambios y rebotes de “Pena”. Pero sobre todo se desarrolla a partir de tempos lentos, entre los que se destacan la hondura de “Desierto”, la belleza de “Hijo” y el desarrollo de “Sueño”. Otero juega con ecos de Spinetta, los Beatles, algún tono zeppeliano y su bagaje jazzístico destilado hasta alcanzar un relato personal. Su voz –en principio la asignatura más compleja del disco– avanzó mucho desde “Rojo” y seguramente lo hará todavía más. Contra algunos pronósticos, Otero sigue creciendo y con “Umbral de mí” suma una nueva dimensión a su música.
La experiencia con Fito Páez –¿Cómo vivís la experiencia de tocar en la banda de Fito Páez? –Está muy bueno. Es otra forma de hacer música. Muy interesante, muy intensa. Fito es un capo como persona y como músico. Estar con él te permite crecer y aprender mucho. La cantidad de shows y ensayos dejan poco margen para hacer algo propio, pero tomo eso como un nuevo desafío: evidentemente si grabé y voy a salir a tocar el disco es porque tengo una necesidad muy genuina.
–Lo más obvio era que Fito participara en Umbral de mí. –Sí, pero no está. En realidad iba a venir a cantar, pero no pudimos ajustar las agendas. Al mismo tiempo es un disco tan íntimo que me parece bien que casi no aparezcan invitados. No quería que pareciera que quería utilizar a Fito para legalizarme o como monitor. Sí disfruto de compartir shows y horas con él. Y por suerte lo puedo hacer muy seguido.
Y siguen los proyectos Otero explica que se corrió un poco de la exposición porque necesitaba trabajar y probar Umbral de mí. “No es un disco de un año. Exigió mucho ensayo, mucho prueba y error”, detalla. Pero para 2015 planea retomar sus diversos proyectos con mayor intensidad.
Además de las múltiples presentaciones de Umbral de mí, el contrabajista/bajista prepara volver con la Mariano Otero Orquesta en octubre y entra a grabar antes de fin de año con su trío. “Va a ser un disco de música instrumental. Sí, ya sé, todos van a decir de jazz (risas). Con Sergio Verdinelli (batería) y Hernán Jacinto (teclados). Venimos tocando desde hace bastante y tenemos los temas bastante rodados. Es un tipo de música que nunca voy a abandonar”, destaca.
Fuente: Infonews
Jueves, 14 de mayo de 2015
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