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Interior Las colonias del sur de Pampa del Infierno a pesar de todo siguen apostando a la cría de caprinos Pampa del Infierno (Corresponsal) - NORTE realizo un recorrido zonal con el objetivo de observar y dialogar con los productores caprinos de la zona. Productores que desde años se dedican al caprino casi en soledad. Es una costumbre ancestral de las familias rurales criar caprinos para el sustento y la venta. Tiempo de obrajes y muchos chivos se vivió en estas colonias y parajes. En la época de 1980 a 1986 algunos rodeos contaban hasta con 800 chivos, claro la raza no era la óptima pero se los vendía tan bien como ahora a particulares y a carnicerías.
La situación es otra, los pocos campesinos autóctonos no tienen más de 100 a 350 hectáreas en muchos casos. Ellos continúan con la cría de chivos con lotes de 40 a 90 caprinos cada uno. La raza esta mejorada de manera sustancial aunque ninguno de ellos se considera cabañero, de hecho no lo son; la cabra forma parte del sustento diario.
La venta de los chivitos para consumo particular y para carnicerías continuas. El precio oscila entre los $25 a 30 el kilo carneado.
En el paraje Santa Lucia arribo al campo del primer productor caprino, Adolfo Suarez, amable, cuenta “tenemos unas 80 madres y dentro de poco comenzara la “parición “, es costoso el trabajo y sobre todo cuando hay cabritos “cuenta “de a poco se va mejorando la raza; tengo dos machos bóer; y la cooperativa Trento Chaqueño me ayudo con un pequeño crédito y puede alambrar 25 hectáreas y la devolución del crédito consiste en entregar 10 cabritos” acentúa “ me gusta criar chivos pero es medio difícil todo; ahora por ejemplo necesito dinero para comprar pasto u forraje y tenga en cuenta que la bolsa de avena cuesta $ 80 y necesito cinco al menos para sembrar y gas oíl para hacer que el tractorcito del municipio venga a sembrar”.
Continúa el recorrido, el camino es de tierra pero en excelente estado. La electrificación rural flanquea el viaje. Ya en paraje Pampa grande llego al campo de doña María Ester Suarez, cose con una paciencia infinita, varias cabras y ovejas pastan cerca.
María contó que “desde que tengo memoria criamos cabras, ovejas, chivos y algunos lechones para el consumo y ya hace mas de 40 años” conocedora cuenta “ la mejor raza es el bóer, por la carne vio” cuenta “ nunca trabajamos con la cooperativa Trento Chaqueña, ni con el Progano, porque no se puede ir i venir al pueblo, tanto papeleo no puedo ir; pero ojala gente del gobierno venga a recorrer la zona, pero nadie viene” se lamenta” nos hace falta un reproductor, tenemos dos chivos prestados, un vecino nos presto. Ahora con mi hijo le sembramos 4 hectáreas de sorgo; pero casi siempre están a “ campo” nomas, en total tengo 50 chivos entre chicos y grandes”.
Agradablemente con una sonrisa amplia explicó que “no me puedo quejar siempre vendo algún chivito” y con orgullo acentúa que “todos me conocen; vendo a $ 30 pesos el kilo porque a veces la gente no puede pagar más, también llevan carneados”.
Durante el camino se cruzan varias escuelas casi abandonadas con matricula inclusive de tres alumnos, según cuenta una vecina En un bar de campo, de los que todavía quedan algunos en las colonias, comentan que dos vecinos tienen cabras. Una vecina con 100 caprinos y el otro con unas 80.
En el paraje Pampa Juanita llego a otro campo. Allí vive Ramón Felipe Chazarreta, el bullicio de las cotorras es tremendo. El abuelo sumido en años solo me observa un poco y continua mirando a los lejos. Aparece Ramón de 49 años con su sombrero y su gentileza a cuestas, el apretón de manos es sincero como solo la gente de campo suele hacerlo. Nos dirigimos al corral en donde nos recibió un celoso perro “chivero”.
Comienza la charla: “me gusta el campo, los animales, tengo algunas vacas, chivos, chanchos, y ahora todas las cabras están preñadas casi deben ser 50 con los “padrillos” de cruza boer. Nosotros tenemos un “piquete” chiquito para las cabras que van a parir”.
Ramón tiene 100 hectáreas para el trabajo de campo en varias áreas a la vez para una mejor subsistencia.
El trabajo del criador de chivos
Ramón Felipe dice que “el trabajo es repetido comienza a la tarde misma, se encierra a las cabras y a la mañana se hace mamar a los “guachitos”. Explica que “se les dice “ guachitos” a los cabritos que son abandonados por las madres o cuando son de a tres la madre no les puede dar de mamar a todos; curarlos de “bicheras” a algunos sobre todo el pupo y en algunos casos la boca; a otros vacunarlos para prevenir enfermedades, después queda separarlos o sea que la cabras grandes se vayan al monte a pastar y los chiquitos quedan encerrados y si es tiempo de “parición” tienen que quedar las cabras en el corral para facilitar la tarea aunque algunas quedan en el monte y tengo que ir a buscarlas”. Precisa como conocedor que “la mejor hora es de noche cuando el balido del cabrito se escucha en la distancia y no queda otra que buscarlo y traerlo en brazos y a veces se quedan como a cuatro o cinco kilómetros”. Y así es la vida de cuidar a los caprinos.
Dijo en otro momento de la charla que “nunca trabaje con el Progano y ni cooperativa Trento Chaqueña; aunque una vez anduvo al veterinario Fernández, (David Fernández es veterinario del Progano) decía que iba a haber ayuda, con créditos y alambres pero todavía no salió nada en mi caso por lo menos”. Indicó que con las cabras “todo el trabajo es a pulmón, ahora hago un poco de carbón, madera para vivir; tengo tres hijos que me ayudan en todo”.
Explicó que “si alguien nos puede dar una mano sería bueno para hacer un piquete bien organizado de unas 20 a 30 hectáreas para los chivos porque es muy caro todo; y para que un alambrado pueda atajar a los chivos tiene que tener por los menos 10 hilos de alambre de púa y los 1.000 metros de alambre cuesta entre $ 600 a 700 “ironiza” y tendríamos que vender todas las chivas para eso. El “desarrime” cuesta como $ 2.000 la hectárea; sería bueno sembrarles gatton panic” y se lamenta que “siempre me anoté en créditos y subsidios pero nunca me salió nada”.
“Si los cabritos son gorditos se los vende mejor, vendo a $ 25 al particular y en las carnicerías a $ 23 y en el mes vendo de 10 ó 15 chivitos; para las fiestas se vende todo: chivos y lechones. Me doy vuelta con los animalitos. Tengo un horno de carbón y no puedo venderlo”, agregó para graficar la situación actual que vive. “No tenemos un buen alambrado” insistió y reflexionó que “no nos da el cuero para eso, y para que los chivos no pasen tenemos que cercarlo con rama y a algunas cabras tienen “horquetas” para que no pasen a campos vecinos”. Cuenta su vida de criador y piensa que “ahora se viene el invierno y tenemos poco pasto, el rollo cuesta en $ 130 a $ 150 cada uno y los fardos de alfalfa cuestan $ 25 pero yo tendría que darle como tres fardos de alfa a la cabras, aunque a los chiquitos si le doy y un poco de maíz, aunque en el invierno comen hasta palos”.
Fuente: Diario Norte
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