Arte y Espectáculos En la orfandad que nos dejó Chuchi Glombovsky Por Cristina Matta
El mensaje decía: “Me siento un poco huérfana hoy”. Desde Buenos Aires, la noticia llegó a través de Maitén, alumna de la ex Escuela 2.000. Acababa de confirmar la partida, ocurrida ayer, de Paulina Silber de Glombovsky. Para todos, simplemente Chuchi, una educadora a tiempo completo que formó a generaciones de niños y de docentes. Su especialidad fue la educación inicial en la que se formó en la escuela de Jean Piaget de Barcelona y dictó cátedras, durante largos años, en la Facultad de Humanidades de la Unne.
Pero su joya, su proyecto entrañable y su reto mayor fue la apertura de aquella Escuela 2.000 en los inicios de los años 90 (en Arturo Frondizi al 450), donde volcaría su concepción de la enseñanza-aprendizaje que resultó innovadora y pionera por esos tiempos en la provincia.
Con Chuchi, los chicos supieron lo que fue romper los moldes y apropiarse de ese ámbito donde transcurrían sus mañanas. Con ella y con las maestras que capacitó, crecieron en una atmósfera de libertad responsable, de expresión, creación y reflexión. Eran esos locos bajitos a quienes escuchaba y comprendía como nadie; con ellos reía y gozaba sin límites; de ellos, también, seguía aprendiendo y aceptaba sus críticas.
Por alguna razón o por muchas, los chicos no olvidaron nunca a la Escuela 2.000 aunque sus puertas ya habían cerrado. Los jóvenes de hoy que entonces eran pequeños, mantienen viva -como un patrimonio singular e intangible- una comunidad poco habitual de afectos y de encuentros compartidos con padres y maestros. Esa fue su obra. Chuchi llevaba casi treinta años de una lucha tan tenaz como desigual con una salud quebrantada y no se cansó de dar batallas. Sin embargo, su amor a la vida y los placeres, su persistencia en los ideales y en su vocación, su familia y, sobre todo, sus nietos, le concedían una fortaleza imbatible.
En los últimos años, en su hogar de Buenos Aires -con visitas muy esporádicas a Resistencia- Chuchi se entusiasmó con un nuevo proyecto: un video sobre lo que fue la maravillosa experiencia de la Escuela 2.000. Una exalumna, Flor Cantor, había decidido que ese sería su tema de tesis en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Rosario.
Después de meses de entrevistas, de búsqueda de documentación y de una tarea comprometida con el trabajo final, el video estuvo concluido. Con la propia Chuchi, la idea se prolongó en la edición de un libro (a punto de salir de imprenta) que reuniera y ampliara lo reflejado en el video.
Su sueño, su máximo sueño, debía dar testimonio. Su escuela amada y su aporte quizá no cabalmente comprendido en su momento tenían que dejar huellas. Y seguir educando.
Con Chuchi se va una madraza cuya palabra y comprensión seguiremos buscando. No nos cansaremos de decirle gracias, de recordar un poema elegido de Prévert o de mirar con los ojos muy abiertos para que cada instante nos sorprenda. De esa forma no se irá jamás aunque el dolor cale muy hondo. Cómo no decirlo: aquella sensación de un poco huérfanos nos invade a todos.
Fuente: Diario Norte
Martes, 8 de mayo de 2012
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