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Deportes La capacidad de reacción de Gallardo hizo la diferencia Por Emilio Coppolillo Bianco | River ganó con justicia la tan conversada final de la Copa Libertadores de América tras 120 minutos que marcaron la diferencia entre un cuerpo técnico dúctil y ágil de reflejos, que leyó correctamente el partido aún con Gallardo desde un palco VIP del Bernabéu, y otro que no atinó a modificar un esquema rígido cuando las circunstancias lo requerían.
Se habló antes del partido de la confrontación entre un equipo sólido (River) y un conjunto de ricas individualidades (Boca) y la noche madrileña fue testigo privilegiada. Barros Schelotto acertó en el primer tiempo con un esquema de 4-3-3 en ataque que se convertía en 4-5-1, con Villa y Pavón retrocediendo cuando el rival tenía la pelota y, favorecido por la llamativa imprecisión de los volantes de River, fue más a la hora de atacar y casi no pasó sobresaltos. Así Boca se fue al descanso con una ventaja lógica tras la buena definición de Benedetto, ayudado por un error de los centrales de River, en particular de Maidana, pero en el segundo tiempo careció de reacción cuando los volantes "millonarios" tuvieron otra dinámica y otra claridad en la circulación de la pelota. River no necesitó cambiar el esquema para pasar a dominar el partido y comenzar a inquietar a un Andrada llamativamente inseguro. Siguió con Pratto de punta y cinco volantes, con "Pity" Martínez y "Nacho" Fernández más abiertos, pero cambió su convicción a la hora de jugar y buscar los espacios que quedaban entre los volantes xeneizes y sus marcadores de punta. Ese fue un momento crucial del partido porque el "Mellizo" tuvo la chance de fortalecer el medio y complicar el traslado del rival, pero no lo hizo y desde el ingreso del colombiano Quintero por el amonestado Ponzio (otro acierto del técnico de River) en la cancha hubo un solo equipo: el ganador. Llegó el empate en una buena acción colectiva y River pasó a ser claramente el dueño del terreno y de la pelota ante un rival estático, que no defendía bien y que tenía enormes problemas para llegar al arco rival. En este punto entra a jugar otro aspecto no menor. Siempre se dijo que Boca tenía más plantel que River pero ¿de qué sirve esto si no se lo sabe utilizar? ¿Cómo explicar que el colombiano Cardona no haya siquiera estado en el banco de relevos y sí estuviera Zárate, un jugador que nada importante hizo desde su llegada al club tras su polémica partida de Vélez? ¿Cómo explicar que Almendra haya pasado de titular en el frustrado partido en el Monumental a no estar entre los siete que fueron suplentes hoy en el Bernabéu? Con un plantel más corto, aun sin Scocco y con el chico Julián Alvarez como alternativa, Gallardo le sacó el jugo a sus jugadores y cada cambio que hizo mantuvo o mejoró el rendimiento del equipo, que fue de menor a mayor. La antítesis de un Barros Schelotto que se empecinó en mantener en cancha a Villa y Pavón cuando ambos ni gravitaban en ataque ni en defensa, quizás como consecuencia del desgastante ida y vuelta de los 90 minutos. Atado a un esquema que ya no daba los dividendos de los primeros 45 minutos. O cómo entender que Tevez haya jugado apenas 10 minutos, en el segundo suplementario, cuando Boca perdía 2-1 y tenía un jugador menos por la expulsión del colombiano Barrios. La superioridad de River terminó de plasmarse con el golazo de Quintero pero no fue producto de la casualidad sino de su superioridad colectiva y numérica. El tercer gol, con un Boca jugando la heroica hasta con su arquero, redondeó un resultado que River construyó desde la adversidad gracias a la inteligencia y los reflejos de su cuerpo técnico. Y la merecida coronación quizás haya sido una reivindicación a lo colectivo en tiempos en que el individualismo y la arrogancia parecen ser moneda corriente.
Fuente: Télam.
Domingo, 9 de diciembre de 2018
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