Fútbol Todavía le falta para ser un equipo  Logró la victoria gracias a Riquelme, pero Boca padeció los mismos errores de la nueva era. Le cuesta generar juego y encontrar la solidez.
Iban nueve minutos del segundo tiempo. Boca ya ganaba sólo por él. Y Nacional aún intentaba despertar del golpe que le habían asestado con el gol. La pelota ardía en la mitad de la cancha. Y la agarró él. Y se la pasó a Erviti, y el 11 se la derivó al Burrito. Fue una serie reducida de toques, entre ellos, se miraron, intentaron juntarse. Fue la primera vez en el partido que funcionó el triángulo. También la última. Tal vez ese sea un factor determinante para entender a este Boca. Sólo Riquelme podía hacerlo ganar anoche, como tantas veces. Se dirá que eso no representa ninguna novedad. Pero lo más grave es que se convierta en uno de sus karmas. Porque en este Boca Riquelme no está solo y parece tan solo como en los peores tiempos: primera paradoja. Boca juega mal y no se debe decir que sea un mal equipo. No, porque lo tiene a él... Segunda paradoja: una de las principales cartas de presentación de Bianchi fue históricamente la estructura compacta, aceitada, de sus conjuntos más allá de que tuviera o no estrellas pisando el césped. Y ahora sí las tiene, al menos a un par, en esta versión 2013 de un técnico nervioso, hiperquinético, extrañamente irascible, que no encuentra lo que le hace más feliz. Y tiene que depender, como todos sus sucesores, de la inventiva del Diez. Tuvo la suerte de que volvió a jugar ese tipo que se dio el lujo de reinventar el partido cuando la noche montevideana más cerrada se hacía. Cuando el triángulo que funcionaba era el de Albín, Bueno y Juan Damonte. Cuando al Xeneize le entraban como a un colador y hubiera sido muy justo que Alonso pusiera en ventaja a Nacional. Todavía Riquelme estaba fastidiado, bufaba, iba al tranco, miraba el juego con rencor. Hasta que casi abre el partido con una genialidad, un tiro libre rasante, al palo, que sacó Bava, brillante. No fue en esa. El Diez se relamió. Sabía que debía inventar más. Y ahora sí, con el equipo en un empate que se parecía a una derrota anunciada, metió un tiro libre con toda la rosca que pueden los que saben mucho. Y un Scotti igual de impresentable que el Chiqui Pérez hizo un penal tan chambón o más que el otro. Pero como Riquelme es muchísimo más que Alonso, decretó el principio del final de esta historia. Los de Nacional, que vestían de blanco, demostraron una vez más que están verdes, muy verdes. Y Boca volvió lentamente a ser una formación que su técnico pretende convertir en un equipo, pero que todavía es un grupo de fútbol insulso. Con la enorme fortuna de tenerlo a él.
Fuente:Infonews
Viernes, 15 de marzo de 2013
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