Crisis Internacional Dos Europas Berlín y París imponen a sus pares una Europa a dos velocidades, mientras que la escéptica Londres se queda aislada. La gran isla está desde ayer más alejada de la Europa continental de lo que ha estado en décadas. El fantasma del corralito argentino ha vueltoa planear con fuerza estos días en este lado del gran charco.
La Dama de Hierro alemana y el presidente galo se han salido con la suya. Han impuesto a casi todos sus socios de la Unión Europea su duro plan para “refundar Europa” sin ceder por su parte nada a cambio. Pero Angela Merkel y Nicolas Sarkozy se han dejado a un país de peso por el camino, al Reino Unido, la tercera economía en importancia del Viejo Continente. La gran isla está desde ayer más alejada de la Europa continental de lo que ha estado en décadas. Esa fractura en el corazón mismo de la Unión Europea, tras una cumbre de extrema tensión en Bruselas el jueves y viernes, es todo un barómetro de la gravedad de la crisis y del incierto futuro. Aunque muchos expertos insisten en que la situación actual de Europa y la que sufrió Argentina en 2001 “no es la misma”, el fantasma del corralito y del corralón ha vuelto a planear con fuerza estos días en este lado del gran charco. Hasta un diario como El País, el de mayor tirada en España, publicó este viernes pasado una doble página titulada “Mis ahorros tienen miedo al ‘corralito’”, incluyendo hasta una suerte de guía: “Refugios para mantener el dinero a salvo” entre los que figuran las tradicionales cuentas en Suiza, la compra de oro, las cajas de seguridad… o el escondite bajo el colchón. Y es que la cumbre del Consejo Europeo –una de las siete altas instituciones de la UE– para “salvar al euro”, fue tormentosa y sólo Merkel y Sarkozy pueden reivindicar haber conseguido casi todo lo que pretendían. Los intentos de varios líderes de la UE por impedir que en Europa no hubiera ‘dos velocidades’, países de primera y de segunda, se estrellaron contra el infranqueable muro erigido por Alemania y Francia. Sarkozy contestó así a esas críticas: “Nos acusan de ir a dos velocidades cuando sólo intentamos salvar nuestra moneda”. Sus países son los más poderosos económicamente, los que más aportan a los fondos comunes, y sus respectivos Parlamentos y sus bancos les exigen que hagan valer la fuerza que les da su dinero. Y lo consiguieron, una vez más. Merkel, especialmente, rechazó de plano la propuesta para que la UE emitiera eurobonos, de los que fueran garantes mancomunadamente los 27 miembros, porque sabía que su país tendría que responder en la práctica constantemente por otros. La pareja franco-alemana defendió, con tono amenazante incluso, la idea de que sólo se podía evitar la desaparición del euro si todos aceptaban incluir en sus respectivas Constituciones la regla del “equilibrio presupuestario”, con duras penalizaciones en el caso de tener déficits superiores al 3% del Producto Interior Bruto (PIB) anual; y permitían un control meticuloso de las autoridades europeas sobre sus presupuestos nacionales antes de que fueran aprobados por los Parlamentos.
Cameron: “Soy feliz por no pertenecer al euro”. El conservador ‘premier’ británico, David Cameron, rompió rápidamente la baraja. En una de las intervenciones más duras y exaltadas que ha tenido en una cumbre de este tipo, Cameron advirtió que sólo aceptaría que esas medidas fueran legalizadas a través de una reforma del Tratado de Roma –por el que se rige la UE–, si se permitía a Reino Unido ser eximido de cualquier exigencia financiera que considerara dañina para sus intereses. En definitiva, inmunidad, un ‘estatuto especial’ para su país. Reino Unido no integra la zona euro y en las filas conservadoras británicas hay una gran resistencia a todo lo que suponga recortes en su soberanía. El ‘euroescepticismo’ se agudiza mucho más cuando se trata, como en este caso, de que su poderoso sistema financiero quede bajo la lupa de los Big Brother y Big Sister Nicolas y Angela. Muchos líderes europeos critican que Reino Unido mantenga con los países de la UE el 40% de su comercio total y se beneficie de una serie de ventajas de ella, pero que escatime esfuerzos de solidaridad con los demás cuando hacen falta.
Una nueva división en Europa. Mientras crecía la tensión y muchos dirigentes pensaban que todo se venía abajo, Merkel y Sarkozy se sacaron de la manga su alternativa. Ya que se negaban frontalmente a lo que consideraron un chantaje de Cameron, propusieron dejar el Tratado de Lisboa tal como está, y crear un nuevo tratado, intergubernamental, a suscribir sólo por los 17 países que integran la eurozona y aquellos otros de la UE dispuestos a cumplir a rajatabla el plan del eje franco-alemán. Atrapados en el fuego cruzado entre Merkel-Sarkozy y Cameron, no sólo los miembros de la eurozona sino todos los restantes integrantes de la UE –a excepción de Reino Unido– se guardaron en el bolsillo sus críticas a la Europa de dos velocidades, se olvidaron de los eurobonos y pidieron raudos la birome para firmar la única opción que se les dejaba. El plan deberá ser refrendado en cada uno de esos países, previéndose una nueva cumbre en Marzo para establecer los mecanismos de su puesta en marcha. Además de los 17 países de la eurozona, mostraron su conformidad Polonia, Dinamarca, Lituania, Letonia, Bulgaria y Rumania, mientras Suecia, la República Checa y Hungría pedirán previamente la conformidad de sus respectivos Parlamentos. Difícilmente los mercados financieros den tregua a Europa tres meses. Y tampoco será fácil que todos los líderes de los 26 países que respaldaron el riguroso plan de austeridad –con los durísimos ajustes sociales que implican– cuenten en sus respectivos países con los apoyos parlamentarios necesarios como para ratificar el nuevo tratado. Mientras Cameron decía en su rueda de prensa final, provocativamente, que se sentía “feliz por no pertenecer al euro” y toda Europa se mostraba poco confiada en su futuro, Croacia, ex república de Yugoslavia, de cuatro millones y medio de habitantes, firmaba el tratado de adhesión a la UE. Si lo ratifican sus ciudadanos dentro de tres meses tal como se espera, será desde julio de 2013 el 28º socio de la UE. Otras dos ex repúblicas yugoslavas, Montenegro y Serbia, aspiran también a entrar, pero mientras la primera sigue ya los largos trámites de años que se les exige a los candidatos, hay reticencia sobre la segunda, por su resistencia hasta hace poco a entregar a la Corte Penal Internacional (CPI) a ex criminales de guerra, y por los enfrentamientos étnicos en su provincia de Kosovo en los que resultaron heridos, entre otros, varios soldados alemanes de la ONU. Para estos pequeños países de los Balcanes, resultado de la sangrienta fragmentación de Yugoslavia en los años ’90, la UE es, a pesar de todo, El Dorado, la posibilidad de beneficiarse de una relación comercial y financiera en condiciones ventajosas y de formar parte de una comunidad aún hoy día poderosa. La cumbre de Bruselas fue también la última –de un total de 44– a la que asistía José Luis Rodríguez Zapatero. El presidente español en funciones dijo que se había recorrido sólo medio camino, y al igual que la mayoría de los líderes de la UE sostuvo que había sido un error aceptar el impago parcial de la deuda griega, porque eso había provocado “más desconfianza de los inversores”. Zapatero consensuó con su sucesor, Mariano Rajoy, cuál sería la postura de España en esta cumbre y ambos, uno socialista y el otro conservador, coincidieron totalmente en responder con entusiasmo al plan Merkel-Sarkozy. El día anterior, Rajoy coincidió con la canciller alemana y el presidente francés en el congreso del Partido Popular Europeo y en su discurso dio garantías de que España cumplirá con sus “deberes” con la UE, que hará una profunda reforma laboral y todos los ajustes extras que hagan falta. Rajoy se compromete, así, ante Merkel y Sarkozy y al mismo tiempo trata de infundir confianza también a los españoles, asegurando que todo va a cambiar dentro de poco, cuando asuma el poder. Pero aquí, como en la mayoría de la eurozona, los resultados de la cumbre no logran aplacar el escepticismo sobre el futuro y son muchos los analistas que piensan que la recesión es ya imparable y que las recetas aprobadas sólo traerán más desempleo –ya hay 23 millones de desocupados, cinco millones sólo en España– , más recortes en salarios, pensiones, subsidios, educación, sanidad, vivienda. La cumbre de Bruselas no ha perdido tiempo en menudencias como ésas. Bajo la presión de los mercados, tecnócratas y “representantes del pueblo” vuelven a comprometer e hipotecar el futuro de sus 500 millones de habitantes.
Domingo, 11 de diciembre de 2011
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