Sociedad Final infeliz Lo encontraron ahorcado en su casa. Filmó decenas de películas, hizo televisión, pero no pudo superar la depresión. La idea del suicidio inquieta al mundo de los vivos. Y cuando el que toma la decisión de hacerlo es una estrella de Hollywood, se transforma en una tragedia en abismo. El lunes 11 de agosto, el actor Robin Williams, de 63 años, se suicidó en su casa de Tiburón, California. Las autoridades del condado dieron los detalles de los hechos: encontraron al actor vestido y ahorcado con su cinturón, colgado del marco de la puerta de su cuarto. Susan Schneider, la mujer de Williams, se había ido a dormir a las 10 y media de la noche del domingo y se había despertado el lunes pensando que su marido aún dormía en otra habitación de la casa. Una asistente personal, preocupada porque no respondía al llamado de la puerta, descubrió el cadáver con rigor mortis, alrededor de las 11.45 am. La policía encontró una navaja en la habitación, con sangre seca en el filo y heridas superficiales en la muñeca izquierda del actor, cuenta revista Veintitrés. Robin Williams fue una estrella de la televisión y del cine mundial. En la década del setenta y luego de cursar sus estudios en la célebre Juilliard School of New York dio el batacazo con su papel en Mork & Mindy, una serie de TV donde interpretaba a un extraterrestre. En el cine hizo su entrada con una película que no tuvo trascendencia, hasta que logró el rol estelar en Popeye, dirigida por Robert Altman. A fines de los ochenta aprovechó como ninguno las propuestas que recibió. Saltó a la fama con aquel locutor de radio en Good morning, Vietnam, para luego interpretar a un maestro libertario en La sociedad de los poetas muertos.
En los ’90 alternó su gen humorístico con otras interpretaciones más dramáticas. Cautivó al público familiar con su espléndida Mrs Doubtfire en Papá por siempre junto a Sally Field, hasta que en 1997 se llevó el Oscar como mejor actor de reparto por Good Will Hunting. En el 2005 recibió el Globo de Oro a la Trayectoria Profesional.
A pesar de su extensa carrera profesional, Williams también tuvo una turbulenta y muy publicitada vida privada. Él mismo habló en varias oportunidades de los problemas que había tenido con las adicciones a las drogas y al alcohol, además de la importante operación del corazón que sufrió en 2009. A mediados de los ’80 pudo abandonar la cocaína durante dos décadas pero volvió a la ingesta de alcohol durante el rodaje de una película en Alaska. En 2006 entró a rehabilitación, esa forma de “cura” muy usada en Estados Unidos, que en general no lleva a buen puerto. Pensar que el problema es el alcohol o la droga es tratar con superficialidad el aparato psíquico del depresivo. Robin Williams padecía de depresión y casi todos sus amigos y las personas con las que había trabajado se referían a él como “un ser melancólico”.
Dicen que Williams trabajaba sin pausa, para intentar detener sus demonios. Otros aducen que tenía problemas financieros. Se había divorciado dos veces y le habían salido muy caros. Sus amigos afirmaron que dos años atrás había tenido problemas con el dinero y por eso había aceptado hacer The Crazy Ones, su primer trabajo estable en la televisión en 30 años. Por capítulo cobraba entre 150 mil y 200 mil dólares, es decir que por una temporada de 22 capítulos recogió más de 4 millones de dólares. También había puesto en venta su rancho en Napa por el que pedía 35 millones de dólares. Aún no se vendió.
Estudios del país del norte advierten que más del 70 por ciento de sus suicidios se registran en hombres blancos, la mayoría en la madurez, y muchos se quitan la vida luego de alguna pérdida, ya sea profesional, personal o física.
Williams había subido una foto en Twitter con su hija Zelda cuando era pequeña, pocos días antes de la tragedia. A los dos días del suicidio, ella misma debió cerrar su cuenta porque recibió comentarios ofensivos por la muerte de su padre.
El actor logró aplacar sus demonios. Sus interpretaciones, en cambio, serán inmortales.
Sábado, 16 de agosto de 2014
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