River Ramón Díaz: el piloto de tormentas de un River en llamas  Solo su enorme espalda por ser el técnico más ganador en la historia del Millonario lo mantiene lejos de la bronca y la decepción del hincha. ¿Será por mucho tiempo?
La actualidad de River se desangra, se escurre como arena entre los dedos y atraviesa un momento por demás tormentoso. El presente deportivo, económico, financiero y hasta dirigencial está en plena crisis, con una herida que aumenta día a día. Y no es una mirada pesimista sino simplemente la triste realidad que le toca vivir, luego de desmanejos en la última década. Pero como siempre surgen las frases hechas en el fútbol está vez no es la excepción y todo lo que pasa afuera repercute adentro de la cancha.
Luego de volver a Primera División, tras sufrir su impensado primer descenso a la segunda categoría, la dirigencia con Daniel Passarella a la cabeza planeó una refundación del club. Sus diferencias, problemas de egos y hasta la billetera flaca quedaron de lado para llamar al Pelado. Si bien las cuentas ya hacía mucho tiempo que daban en rojo, se hizo el gran esfuerzo. Se contrató al hombre ideal y hasta el único que servía para ese momento, que no era otro que el propio Ramón Díaz. Fue un prócer como jugador (hizo más de 80 goles en sus dos ciclos), y con la 9 en la espalda se ganó el cariño de la gente en base a varios títulos. Luego, cuando colgó los botines construyó un idilio mayor con el hincha y fue protagonista de la mejor época del Millonario. Ganó cinco torneos locales, una Libertadores, una Supercopa y se convirtió en el entrenador más exitoso de la historia. Todos esos pergaminos, más su forma de ser picante y siempre dispuesta a desafiar, inflaron su figura hasta llevarlo a ser intocable para todos los que abrazan la camiseta con la banda que cruza el pecho.
principios de año, casualmente el último en el mandato del Kaiser en el sillón presidencial, puso en marcha su tercer ciclo en Núñez y cargó de ilusión, alegría y buenos augurios a los hinchas. Mucho más cuando en su primer campeonato, su River fue subcampeón. Pero a la hora del dar el salto de calidad, defraudó. El semestre el miércoles al ser eliminado de la Copa Sudamericana ampliamente por Lanús, no sólo dejó en evidencia la deuda del DT sino en especial de los jugadores. Pidió tres refuerzos que iban a cambiarle la cara al equipo radicalmente y no sucedió. La adaptación y en especial los goles de Teo Gutiérrez todavía no terminan de convencer, Rodrigo Mora parece estar siempre en el lugar contrario a la pelota, y Jonathan Fabbro no es un ni por asomo el conductor que soñó el Pelado para su River. El DT quedó preso de sus palabras, luego de prometer un cambio radical del equipo, algo que nunca ocurrió.
River se despidió de la Sudamericana pero el momento vivido el miércoles en el Monumental fue mucho más que eso. Fue la muestra cabal de otra cosa: de una cruda realidad que lastima, que decepciona, que no hace más que poner en orbita a los hinchas, que no paran de ver sufrir al equipo de sus amores y que ni su intocable puede cambiar. Lo único cierto es que si no estuviera el riojano en el banco, otro entrenador ya habría agarrado sus cosas y se hubiera despedido. El temperamento, la personalidad y la espalda del técnico más ganador de la historia le da una chance más, la posibilidad de dejar de ser un piloto de tormenta para volver a escribir la época dorada del Millonario.
Fuente: El Grafico
Viernes, 8 de noviembre de 2013
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