Torneo Inicial Los fantasmas del Olimpo  River es un equipo en caída libre y encima parece no darse cuenta. Un estadio fastidiado gran parte del partido, hasta que la derrota final desató los insultos hacia los jugadores: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo...”
Hay veces, muchas, en las que no hace falta conocer la coyuntura de un equipo para darse cuenta del camino por el que transita. Podrá desconocerse la posición en la tabla, la racha que marca el pasado inmediato, e incluso, el resultado mismo del partido. Podrá no saberse nada de eso y aún así quedar en evidencia qué pasa con ese conjunto porque hay elementos que los denuncian. Muchas veces sucede esto, pero difícilmente se pueda agregar a este River en la larga liste de ejemplos. La derrota con Olimpo en el Monumental es un paso más de un equipo en caída, que no parece darse cuenta de que no tienen ningún tipo de soporte y que, por lo tanto, no hace demasiado por revertir la situación. Hay quienes sostienen que River entró en un estado de racinguización hace unos años. No sólo por los resultados, con un descenso incluido, si no por las formas con las que transita sus vivencias. Pero mientras no hacía falta saber que Racing se desangraba en la tabla de posiciones para entender su mal momento cada vez que salía a la cancha en la primera mitad del torneo, este River sólo deja en evidencia que el 2013 ya no le interesa y que sólo le importa lo que suceda a partir de enero. Estos partidos que cierran el Torneo Inicial no podrán tener demasiado valor, pero la mayoría de los jugadores salen a la cancha como si nada les interesara. Nada. Ganar, perder o empatar. Jugar a algo o no jugar a nada. Casi no se reprochan entre ellos, no se lamentan por una mala definición. Y así, no hacen más que empeorar su situación, que podría terminar con marcas negativas históricas. Y casi nadie parece darse cuenta. O casi, porque el entrenador fue duro una vez terminado el encuentro: “No se puede jugar así, es justa la reprobación de la gente.” Después de la eliminación de la Copa Sudamericana, y con la acumulación de malos resultados en el Torneo Inicial, el equipo dirigido por Ramón Ángel Díaz se quedó no sólo sin objetivo, sino que tampoco le quedaron reservas anímicas o algún grado de rebeldía. Por eso no juega a nada y ni busca, aun equivocándose, revertir la situación. Ayer perdió su quinto partido en el Monumental en el semestre, en el mismo estadio en el que este entrenador había superado la cuarentena de encuentros invictos, y durante los 90 minutos se comportó como si nada sucediera, como si no tuviera la obligación de cambiar la cara e ilusionarse con que el año que viene la mano podría cambiar. Que el partido en sí y el resultado del mismo no tuvieran algún tipo de valor no significa que un equipo herido pueda escaparle a la obligación de reaccionar. Pero a este River ni eso le queda. Tal es el letargo que imprimen este grupo de jugadores que esos mismos hinchas que habían explotado en la eliminación copera ante Lanús –el último partido de local hasta el de ayer–, recién reaccionó sobre el final del partido, con cánticos y juzgamientos similares al de aquella noche de la Sudamericana. No hubo reprobación previa –como si la hubo hace cinco años después del “silencio atroz”–, ni banderas caseras, ni silbidos cuando la voz del estadio dio a conocer la formación inicial, salvo para Jonathan Fabbro, víctima tanto de su insuficiencia como de la alta vara con la que llegó a River. Matías Kranevitter es de los pocos que demuestran un poco de amor propio y por eso resaltan los aplausos que liga en medio del mar de silbidos finales. El resto de los jugadores parecen jugar como si el cambio de calendario tuviera alguna propiedad mágica, pero lo cierto es que magos no hay, y que para colmo, las cartas no van a diferir demasiado de las actuales. El entrenador será el mismo, sólo podrán llegar dos o tres incorporaciones y la renovación vendrá por el lado de las esperanzas, aunque lo que necesita es cambiar la forma de afrontar lo futbolístico.
Lunes, 18 de noviembre de 2013
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