Racing Promete trabajo, exige victorias  Racing tiene nuevo técnico. Mostaza se presentó al mediodía y dirigió su primera práctica por la tarde. Insistió en que no vale lo que hizo en el pasado.
A las 14:28. Reinaldo Carlos Merlo, cabello largo amarillísimo, asoma en esa sala de conferencias en la que respiran los fantasmas de su pasado. Un grupo de hinchas, parados sobre la calle, escucha el murmullo y se larga a cantar. A su derecha, Víctor Blanco, presidente desde que Gastón Cogorno y Ricardo Molina decidieron dar un paso al costado, custodia el ingreso de esa suerte de pretendido salvador que viene para conectarle el tubo de oxígeno a este Racing que tiene una profunda infección en los pulmones. Del viejo y conocido hombre que le dio el último título de La Academia, en el 2001, y el primero después de 35 años. Parece mentira, a sus espaldas, la famosa estatua parece cobrar vida. El bronce, entonces, se hace carne y el flamante entrenador se sienta en la mesa de prensa para hacer oficial su arribo. Justamente, 12 años después de que el proceso fuera inverso y el hombre, heroicamente, se transformase en estatua. “No pienso en el promedio, vine a Racing para ganar. No hablemos del pasado, vamos a hablar del presente y de lo que puede ocurrir en el futuro. En mi caso, lo anterior prescribió, fue una etapa linda, ahora empieza una nueva”, dice, sincero, Mostaza. De todos modos, ese recuerdo es el que llevó a que los directivos tomasen la decisión de darle el manejo del plantel. “Hay que trabajar: Racing tiene un buen plantel y buenos jugadores, por eso vine. Y pienso que vamos a salir adelante, estoy convencido, no tengo dudas”, agrega Reinaldo en uno de los pasajes de su conferencia. A lo largo de ese puñado de minutos, no se cansará de decir la palabra “trabajo”. No es normal. La conferencia, llena de rarezas, mientras abraza al presidente Blanco, deja en evidencia el latir de Merlo y todo lo que provoca. Esa voz grave, gastada, particular, es una máquina de dejar puntos altos. A pesar de que el contenido no resulta en principio seductor –incluso es repetitivo–, en el hincha académico despierta una suerte de déjà vu: a esos mismos simpatizantes no les importa que en el 2006 haya hecho una pobre campaña. El recuerdo de 2001 es mucho más fuerte y es, en efecto, la conexión más directa con la alegría más grande de las últimas décadas. “El objetivo es tratar de llegar a lo máximo, que el equipo funcione bien, que sea un equipo. Sabemos que en lo inmediato tenemos que ganar. Hay que trabajar en la parte anímica, física y táctica. Tratar de armar un equipo y empezar a sumar puntos. Hay que trabajar con todos, con los chicos y grandes. Vine para trabajar, para eso me contrataron. No me lo esperaba, pero es un orgullo enorme que Racing se haya fijado en mí”, advierte el DT, emocionado por la situación y esperanzado con torcer el rumbo de un conjunto que flota en las aguas de la preocupación. Ocurre, por caso, que a pesar de que el promedio todavía resulte holgado, los de Avellaneda no pueden descuidar esos números que con el paso de los partidos se desinfla. El reloj marca las 16:02. Mostaza asoma su cabellera por el túnel y sale inyectado al campo de juego. Casi 50 hinchas lo aplauden. En su cabeza, llena de intensos recuerdos, se le cruza una imagen de 2001. En sus ojos hay felicidad. “Mostaza, sos la razón de mi vida, sos más importante que mi mujer”, le grita un señor pasado en kilos, medio en chiste medio en serio, casi pisando los 60 años, a Merlo, quien, todavía en el campo de juego, sonríe de costado. Y agradece. Ese tipo de reacciones despierta el flamante entrenador de Racing. Claro está que ese profundo amor que tiene la gente hacia su persona no le garantizará nada: deberá apelar a sus recetas para darle sentido a un equipo que marcha en el último lugar de la tabla de posiciones, con apenas dos unidades producto de dos empates y nueve derrotas. “Mi pasado me puede dar uno o dos partidos más, sólo eso: hay que ganar”, había dicho hace algunos días el propio Mostaza. Por eso no quiere sacar chapa del peso que tiene su apellido. El fútbol, sin dudas, es resultadista. Y no ganar es, en este contexto, una suerte de pecado. Las 17:15. Los jugadores se van al vestuario y Merlo, acompañado por sus colaboradores, se queda un largo rato observando los detalles de ese campo de juego que lo vio celebrar con locura. Pero, como él dice, eso es historia. El presente dice que cinco entrenadores dirigieron a Racing en lo que va del torneo: hubo más directores técnicos que puntos y goles a favor.
Martes, 15 de octubre de 2013
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