River Ramón: “Tenemos que dar un vuelco, si no nos tenemos que ir”  El Pelado Díaz habló por primera vez de la posibilidad de dejar el club en diciembre por el mal momento que pasa el equipo. “Le pedimos a la gente que nos venga a alentar”, solicitó, como preparando el clima para el domingo.
Para estar muerto, se muestra demasiado vivo. Para estar vivo, se muestra demasiado cerca de la muerte. Para estar seguro, se muestra demasiado dubitativo. Para estar inseguro, se muestra demasiado confiado. Pero pese a que el diagnóstico parece de cuidados paliativos, vale hacer una aclaración: ese es el mejor arte de Ramón Díaz. Al terminar la conferencia de prensa en la que anunció que analizaría a final de campeonato si se iba de la institución a la que había esperado volver durante tantos años, desenvainó su insustituible mueca de la sonrisa que con el arco del labio supera la altura de su nariz y otra vez selló la complicidad: “Piensen. Piensen y saquen sus conclusiones.” Piensen: busquen cuál es la nueva carta que jugará. Piensen: rastreen qué es lo que quiso marcar. Piensen: escuchen la última respuesta de la conferencia de prensa: “Le pedimos a la gente que nos venga a alentar”. Piensen: y, en realidad, escuchen el domingo porque el entrenador de River, en el último partido de local del año, se medirá en los aplausos de la gente. Y si hay respaldo, se queda. Algo no lo acompaña: el equipo juega cada vez peor, desde el cuerpo técnico no encuentran respuestas –usaron 22 formaciones en 24 partidos y ya no saben cuál será la próxima– y los resultados no lo acompañan –está en el puesto 17–. El martes pasado, luego de perder contra Olimpo, entregó el precio del contrato, asumió que se había equivocado en los refuerzos y blanqueó que la había pifiado tácticamente. Este martes, luego de perder contra Racing –en Avellaneda, donde nunca había perdido, después de diez partidos sin ganar–, apostó fuerte: “Mi decisión no depende de dos partidos, analizaremos bien lo que hicimos. No queremos perjudicar a nadie, y menos a este club. Voy a tomar una decisión que sea lo mejor para el club. Siendo entrenador, no podemos perjudicar al club si vemos que no podemos cumplir con los objetivos. Vinimos para ser protagonistas. Tendremos que dar un vuelco, sino nos tendremos que ir.” A Ramón Díaz le queda una sola carta: el público. No lo sostiene el presente –él mismo asumió que la campaña era muy mala–, no lo acompaña la gestión actual –cuyo presidente no está siquiera en el país–, no tiene la banca de los jugadores –no porque no lo quieran, sino porque no logran conseguirle resultados– y no le queda el contrato ya firmado –lo tuvo que poner a disposición de la próxima conducción–. Sólo le queda la historia y a la historia la remplazan los hinchas que tanto lo pidieron durante diez años y que lo recibieron con tratos de dios. Todas las barajas están sobre la mesa. La gente –que no es un término simple, sino que va desde la barra hasta las bases de los candidatos que lo apoyan y de los que lo odian– es su gran apuesta: para quedarse o para irse con chances de volver. Ramón Díaz desafió a los hinchas y jugará con el mismo riesgo que Juan Román Riquelme la noche en que decidió enfrentar en La Bombonera a Diego Maradona. “Que viva o que muera”, preguntará el César y en el Coliseo riverplatense la historia dará su veredicto.
Miércoles, 27 de noviembre de 2013
|