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Varietè "No soy un cantor de tango, yo canto chiquito y con swing" El uruguayo se despachó con Tango, milongas y candombe, disco doble al que califica como "una yapa".
Muchos creen que Rubén Rada es sólo un remador profesional de entrevistas televisivas y/o radiales. Un personaje ocurrente, que encadena anécdota tras anécdota, apila risa tras risa, y puede musicalizar casi cualquier circunstancia de la vida. O apenas el responsable del megahitcrónicoparatodalafamilia "Cha Cha Muchacha". Pero Rada es mucho más que eso. Aunque a veces pareciera que él mismo lo olvida. 71 años, casi 60 de carrera, proyectos de todo tipo, discos únicos, discos fallidos, ascensos y caídas marcaron la vida de un hombre que sabe hacer reír, pero también –para quien quiera oírlo– reflexionar sobre la vida y sus circunstancias. El presente del músico uruguayo pasa por el flamante lanzamiento de Tango, Milongas y Candombes, su acercamiento más decidido a la música ciudadana.
En tiempos en los que el consumo de música parece condenado a las canciones sueltas, Rada no titubea y se manda con un álbum doble: un disco con un repertorio de tangos y milongas, y otro de candombes. Las aptitudes del músico uruguayo para este último ritmo están sobradamente documentadas. "Ese CD es como una yapa. Una foto de mi versión más conocida", explica. La novedad pasa por su acercamiento al tango. Puesto en términos extremos, Rada no es Julio Iglesias y esta aproximación no es una estrategia hueca de marketing. El músico uruguayo conoce y disfruta del género desde su infancia. Pero aquí enfrenta el enorme desafío de ponerle el cuerpo a la vista –y el oído– de todos.
El CD de tangos y milongas incluye –entre otros– clásicos guitarreados como "Anclao en París" (Guillermo Barbieri y Enrique Cadícamo) y "Cuesta abajo" (Gardel y Le Pera); una suerte de medley entre "Milonga para una niña" (Alfredo Zitarrosa) y "Los ejes de mi carreta" (Atahualpa Yupanqui); temas propios, como "Candombe para Carlos Gardel"; rarezas como "Dos Gardenias" (Isolina Carrillo); y una caprichosa versión electrónica de "Café la Humedad". Rada se propone reconectar con la raíz negra del tango.
Incluso casi prescinde por completo del bandoneón en favor de un acordeón. Como cantante confirma su gran versatilidad, aunque no siempre logra despejar ciertas formas que desentonan con el género. Inevitablemente casi todo suena a tango, pero a la Rada.
En el mano a mano con Tiempo Argentino el cantante, percusionista y compositor uruguayo no se priva del humor ni de los juegos de palabras. Tampoco de musicalizar la charla. A modo de ejemplo entonará –literalmente– 14 fragmentos de canciones en poco más de una hora. Se trata de una experiencia multimedia, aunque totalmente analógica. Pero el ámbito más íntimo de un bar también le permitirá desplegar diferentes facetas de su pensamiento.
–El tango te gusta desde chico. ¿Qué te impulsó a hacer ahora un disco completo dedicado al género? –Amo y defiendo el tango hasta la muerte. Por eso le canto a Gardel desde que era niño. No hay que olvidar que el tango fue creado por los negros. Lo dijeron (Jorge Luis) Borges y tantos otros intelectuales e investigadores. Se le decía tangó. Debe haber hecho un recorrido tipo Angola-Francia… vaya a saber. Lo que no hay que pasar por alto es la fuerte presencia de negros en la zona del Río de la Plata. Venían los barcos y pasaban por Rosario, La Plata, Buenos Aires y Montevideo. Dejaban esclavos y se llevaban los productos típicos de cada región. El tango era cosa de negros y se tocaba en los quilombos. Pero los mandaron a la guerra con Paraguay y la mayoría murió. A veces pienso cuánto más linda sería Buenos Aires con negros. Habría mucha más diversidad. ¡Sería como Nueva York! Pero cuando explotó el tango ya casi no quedaban negros.
–¿Pero qué te decidió a grabar tangos ahora? –Es un género al que amé toda mi vida. Me crié escuchando. Y quise grabar algo a mí manera. Venía de Amoroso Pop, que era un disco de pop negro, digamos. Y quería cambiar. Pensé y pensé y esta me pareció la mejor alternativa para hacer algo no obvio y que tuviera que ver conmigo.
–¿Y cómo surgió sumarle un CD de candombe? –Para que sea algo más completo. Un costado más festivo. Creo que a la gente le va a llamar más la atención el disco de tango y milonga. Pero con el de candombe van a tener la fiesta asegurada.
–¿Te costó abordar repertorio tanguero? –Y sí. No es sencillo. Tampoco componer. Hay más de 50 mil tangos registrados. Uno tiene miedo de, sin darse cuenta, tomar una melodía de otro. En el blues o el candombe eso está permitido. Pero en el tango tenés que estar muy atento. Me tomé mi tiempo y creo que logré que mis composiciones aportaran algo personal. Y cantar los clásicos tampoco es fácil. No soy un cantor de tango. No tengo la potencia como para estar al frente de una típica, por ejemplo. No tengo ese sonido y nunca me gustó gritar. Así que yo canto chiquito y con swing. El tono es en algún lugar entre Gardel y Rivero. Eso también me ayudó para elegir el repertorio.
–¿Por qué casi todo el disco tiene acordeón en lugar de bandoneón? –Para ser lo más fiel posible al espíritu negro al que me refería. En los quilombos no había bandoneones. El bandoneón se incorporó al tango después. Eran caros y difíciles de tocar. Por eso utilizamos un acordeón, cosa que no era tan infrecuente en los principios del tango. En varias letras se menciona al acordeón. ¿Cómo era esa que hacía D’arienzo? (N. del r.: canta “Canzoneta-).
–¿Cuál es la diferencia rítmica entre el candombe argentino y el uruguayo? –(N. del r.: toca dos formas claramente distintas). El primero es el candombe uruguayo. El segundo, el argentino. El nuestro es más rítmico, tiene más variantes de formas y sonidos. El de ustedes tiene un toque más… obsesivo. El bombo manda. Acá el bombo se hizo carne. Mi tema "Candombe para Gardel" lo hago con la forma argentina. Hablo de lo que se escucha ahora. No sabemos cómo era el candombe en la Argentina antes de la guerra del Paraguay.
–Tenés 60 años de carrera. ¿Cuál sentís que fue tu mejor momento? –Fueron varios. Afortunadamente. Y muy distintos entre sí. El Kinto, con Eduardo Mateo, fue una experiencia muy especial. Inventamos el candombe beat, compusimos un montón de canciones… Después no puedo dejar de mencionar a Tótem: ahí la cosa venía por el lado del candombe rock. Era un sonido arrasador. Mucha guitarra y percusión. Y después quiero citar a Opa, que era una música de smoking, candombe jazz elogiado por gente como Herbie Hancock, Chick Corea, Hermeto Pascoal y otros. También puedo mencionar la banda solista en la que me acompañaban Osvaldo Fattoruso (batería), Beto Satragni (bajo), Ricardo Nolé (piano) y Ricardo Lew (guitarra). Afortunadamente hice muchas cosas buenas.
–¿Y el período que te deja menos conforme? –Cuando saqué el disco La yapla mata (1986). Me acuerdo que una periodista me defenestró. Y parecía que ya a nadie le interesaba mi música. Me acuerdo que de ahí pasé a grabar cosas con Litto Nebbia para Melopea. Pero Litto te graba y después no hay difusión, no hay nada. Así que me volví a Uruguay y tocaba en los pubs. En un momento me tuve que ir a México y mi hijo hablaba como mexicano. Fue muy duro.
–Viviste etapas muy diferentes en tu carrera. ¿El éxito te dio libertad o te condicionó? –En un determinado momento yo necesitaba el éxito. Y me salvó. Estaba en Uruguay y no tenía casi trabajo. Me iba a tener que ir otra vez a México o donde fuera. Y no quería. Así que me reuní con Cachorro López y le dije: “Estoy cansado de ser un músico elitista. Que todos digan 'como canta, cómo compone Rada', pero que no venda discos”. Y me dijo: "Bueno. Traeme las canciones y andate". Y así salió Quién va a cantar (2000), que con temas como "Cha Cha Cha muchacha" sigue sonando hasta hoy. Era música comercial. Me acuerdo que se lo adelanté a mis amigos. Pero era eso o irme de mi país otra vez. <
Fuente:INFOnews
Jueves, 18 de junio de 2015
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